Bien dice una amiga cuando menciona que “los amigos son la familia que uno puede escoger”. Y no hay nada más agradable para mí que poder ayudar a una gran amistad en lo que ella necesite. Algo por el estilo me paso con Gisella Chacón; desde que la conocí, nuestra amistad ha estado basada en momentos difíciles de nuestras vidas; ella me cuido cuando me dio un pre infarto y ahora yo cuido de ella en la Universidad.
Hoy fuimos a re afianzar nuestra relación con un almuerzo. Lo primero fue escoger que íbamos a comer; que carne, que comida de mar, que X o que Y. Luego de muchos vaivenes llegamos a un lugar muy notorio y de tradición entre los abogados de la ciudad. Nuestro lugar escogido, CASA SHALOM.
CASA SHALOM esta situado en uno de los barrios más antiguos de esta capital, y tal vez por eso es la estructura arquitectónica del restaurante. Esta emplazado en una vieja casona colonial, debidamente restaurada, con un hermoso jardín central, con varios salones en donde en ocasiones especiales se realizan distintos tipos de reuniones sociales; eso mirando no mas el lugar.
Dediquémonos ahora de lo que realmente nos gusta, el buen comer. En esta ocasión pedí un lomo de cerdo con salsa de champiñones. La presentación del plato, impecable, viene acompañado de arroz y papas a la francesa, ensalada, postre y jugo, aunque en esta ocasión lo acompañamos con la infaltable Coca-Cola. El solo verlo provoca. El sabor especial de la salsa de champiñones le da el toque diferente a la carne de cerdo, asada a la plancha, magra y en una porción generosa. El arroz blanco y la ensalada no tienen gran diferencia a los hechos en cualquier restaurante, ligeros de sal y de buena textura. La atención es esmerada, rápida, pese a que el restaurante permanece lleno todos los días y a toda hora. Vale la pena comer allí, además porque el sitio es ambientado con música instrumental a un muy buen volumen, que permite tener una conversación amena mientras se esta en el lugar. Un dato curioso, Gisella pidió Pechuga a la Plancha en la misma salsa y sabe totalmente distinto. Me reafirmo en lo que siempre digo, la pechuga de pollo no sabe a nada, jejeje.